Por Miguel Angel Villanueva
En
Lima, agosto se caracterizaba por ser el mes de las cometas. Durante mi niñez,
adolescencia e inicios de mi juventud, el mes más frío del año se convertía en una
fiesta en los cielos: uno elevaba la visión durante las tardes y un sinfín de cometas
de los más diversos modelos (barriles, pavas, aviones, águilas) volaban coloridas
e imponentes.
Esta
sana y divertida actividad limeña prácticamente ha desaparecido. Al menos es lo
que se siente y se pude apreciar. Parece ser que la tecnología y las redes
sociales están acabando con muchos juegos tradicionales y populares que se
vivieron hasta hace poco.
¿Quién
no ha volado una cometa en alguna ocasión? Recuerdo cuando mi madre las hacía y
les colocaba una cola hecha de pedazos de trapo viejo, el mismo que servía para
mantener el equilibrio una vez que ya estuviera elevada.
Pasar
horas con la cometa en los aires, tratar de controlarla y no dejarla caer era
sin duda todo un desafío para mí.
Si
nos vamos al otro lado del mundo, a Japón para ser exactos, esta tradicional
diversión continúa aún vigente por más de 400 años, desde el periodo Edo. Hay
que destacar y recalcar que en Nihon se vuelan cometas para expresar la
felicidad. Hace falta un buen punto para poder aprender y volver a realizar
esta actividad en Lima.
Japoneses
de diversas edades y sexos participan y gozan de este pasatiempo entretenido.
Muchas de las cometas resaltan por su gran belleza.
Un poco de historia
Tetsuya
Kishida, de 82 años, se dedica hace cuatro décadas a hacer cometas de
manera profesional. Las cometas japonesas tradicionales están hechas de bambú y
papel japonés (washi) y tienen mucho éxito,
pero existe una mala noticia: quedan pocos artesanos que las fabrican.
Kishida
es un maestro de las «cometas Edo». Él tiene mucha popularidad porque transmite
ese gusto por lo antiguo y por su observación en los detalles de las varillas, así
como por la belleza de los modelos, lo cual es resaltado por el Consulado de
Japón en España.
Tetsuya
Kishida construyó en una ocasión una cometa que llevaba su nombre. «Tiene
estilo y es de buen gusto, es que quería mostrar mi vanidad a fijarme hasta en
la parte posterior, como diciendo que la parte delantera no lo es todo», afirma
sonriente.
Él
tarda aproximadamente un mes en construir cada cometa. Kishida quiere que la
mayor cantidad posible de personas aprecie el atractivo de estas cometas
artesanales. Es por ello que ha viajando a Katar, China y otros países para
presentar las cometas japonesas.
A
continuación, mencionaremos algunos de los festivales más importantes de
cometas en Japón. Las más famosas son las cometas gigantes. Cada festival tiene
su propia historia, su fascinante cultura.
Festival de Cometas de Hamamatsu
Tiene
su origen durante la Era Eiroku (1558 hasta el año 1569), para celebrar el
nacimiento del primer hijo de Iiwo Buzenn-no-Kami, señor del castillo de
Hikuma. Una gran cometa con el nombre del recién nacido, Yoshihiro, voló por
los aires.
En
el mes de mayo se organiza el Festival de Hamamatsu, al que llegan personas de más
de cien diversas ciudades para participar con sus cometas decoradas con el emblema
de cada pueblo que participa.
Más
de 50 hombres son necesarios para poder maniobrar la cuerda de esta clase de cometas.
Cada ciudad participa en la lucha, que consiste en cortar la cuerda y derribar
las cometas de las otras ciudades, hasta que queda una sola vencedora. Hay
siete clases de tamaños de cometas machijirushi.
Un cuadrado de dimensiones que van desde los 1.5 metros hasta 3.6 metros, con
una cola de cuerda de 15 a 20 veces el tamaño de la cometa.
La
ciudad de Sagami en Kanagawa, celebra su festival de cometas a orillas del río
Sagami, también en mayo y desde 1830. La Sagami
ohdako (‘cometa gigante de Sagami’), con un precio que supera el millón de yenes,
es la estrella del festival. Su longitud es de de 14.4 metros de lado y 880 kilos
de peso. Se necesitan un viento muy fuerte para que vuele sin inconvenientes y casi
cien personas para controlarla en el aire.
Ciudad Ikazaki
Esta
es una ciudad localizada en la prefectura de Ehime, en la Isla Shikoku. El festival
que se celebra en esta ciudad tiene una historia de 400 años, por el Kodomo no Hi
o Día de los Niños, en mayo. El tamaño de las cometas que se vuelan en Ikazaki
es de tres metros de ancho por cuatro de alto. Y es normal que se vuelen más de
mil cometas, todas luchando entre ellas. ¡Como para no creerlo!
Así como estas ciudades, existen aún más en Japón, en
donde el tradicional evento se mantiene a pesar de los años. Otra cualidad más
que aprender de Japón, país que va a la vanguardia de la tecnología, pero que,
a pesar de ello, no «encierra en el baúl» las viejas y tradicionales costumbres
que aquí en Lima, por ejemplo, se están extinguiendo.
*Artículo publicado en la segunda edición de la revista Bunkasai, publicada por el diario Perú Shimpo en marzo del 2013.