Por Miguel
Angel Villanueva
La colectividad peruano-japonesa es
una de las más grandes en Latinoamérica, después de la colectividad nikkei
brasileña, la cual posee el mayor número de inmigrantes por esta parte del
continente. Desde las primeras migraciones realizadas desde Japón hacia nuestro
país, a fines del siglo XIX, pasaron ya varias generaciones que cultivaron las
principales y más fuertes creencias, valores, costumbres, tradiciones, hábitos
y actividades del pueblo japonés, que hasta el día de hoy —con sus
descendientes en Perú— continúan.
El sumo es considerado hoy en día
como el deporte nacional de Japón, pero es mucho más que eso. El sumo es un
modo de vida, un estilo de vivir, una manera de percibir el mundo y una manera
de enfrentarlo. Se trata de algo realmente místico y ceremonioso. De esto, ¿cuánto
saben las generaciones más jóvenes de nikkeis peruanos? Probablemente sea poco
o casi nada.
La pregunta se desliza y resalta por
sí sola: ¿qué podemos aprender del sumo? La respuesta es complicada pero fácil
de entender: podemos aprender muchísimo, desde la disciplina, la educación, la
medicina deportiva, la caligrafía, el incremento de nuestra cultura general, la
poesía, las reglas de honor y, aunque usted no lo crea, hasta una vida sana.
Un luchador de sumo es un deportista
que tiene mucha flexibilidad y gran fuerza. Un rikishi es también un guardián de todo lo concerniente a lo
ancestral, lo tradicional, lo sagrado. La sal es el arma utilizada contra los
malos espíritus negativos, la cual se usa en los momentos previos al encuentro
con el contrincante.
Desde Japón
hasta la hacienda San Nicolás
El presidente de Supe San Nicolás Soogo
Fujookai, Gerardo Miguita, cree firmemente que en los colegios de la
colectividad nikkei debe ser practicado el sumo, ya que despierta el ánimo y
crea una competencia muy limpia, además de valorar que no hay controversias de
quién ha ganado o quién ha perdido, puesto que las reglas son muy claras.
Sus recuerdos son muy diáfanos
respecto a la arena de sumo —área en la que pelean los luchadores— que existió
en el colegio japonés de la hacienda San Nicolás, aquella zona ubicada en Supe,
donde vivieron los primeros inmigrantes japoneses que llegaron a nuestra
patria. Para don Gerardo sí existía un lugar para el sumo, a pesar de no haber
visto una lucha profesional en la arena por aquellos días de su niñez.
La admiración que brota de don
Gerardo por el sumo es notoria. Él dice que ve este deporte por televisión, sin
dejar de resaltar lo limpio de la competencia, puesto que en lo que a lucha se
refiere, en el sumo ninguno de los dos peleadores en combate muestra agresión y
no llega a haberla, a comparación de otros deportes de combate como el box, por
ejemplo.
Descubriendo
el sumo
Recuerdo cuando recién entré a
trabajar a Perú Shimpo hace más de cinco años y la realidad golpeó mi rostro. El
mundo japonés era mucho más amplio y profundo de lo que yo me hubiera
imaginado. Con relación al sumo,
solamente sabía que dos seres humanos enormes «peleaban» en un espacio circular
pequeño. No entendía la finalidad. Lo único que sabía era que existía el budokan y que en el mes de agosto de
1966 los Beatles dieron un concierto en ese recinto espiritual, lo cual no fue
bien visto por los seguidores de esta disciplina milenaria.
Luego la curiosidad me llevó a
descubrir que el budokan fue
construido originalmente para la realización de la competición de judo en los
Juegos Olímpicos de Tokio en 1964 y luego fue destinado al sumo. También
descubrí que décadas antes se creó la Asociación Japonesa de Sumo, que es la
que actualmente rige en este deporte a nivel profesional y vela todo lo
concerniente a la preservación de las antiguas tradiciones dentro de esta
disciplina-deporte.
Así, poco a poco comencé a
interesarme, observando el estilo de vida de los luchadores, los sacrificios,
sus hábitos y la rigidez de sus rutinas; así como la manera en que se
posicionan los luchadores antes de iniciar la lucha con el adversario, el rito
que realizan y la manera cómo se prepara el rikishi
a nivel personal. Realmente es impresionante.
Ahora puedo compartir lo expresado
por don Gerardo Miguita, respecto a que el sumo podría inculcarse en la
actualidad en los colegios peruano-japoneses que existen en Perú. Creo que el
sumo podría inculcarse en la actualidad en los colegios peruano-japoneses que
existe en Perú. ¿De qué manera? Pues en la disciplina, en la cultura general,
en el honor y en la transparencia para enfrentar cualquier circunstancia desfavorable
o adversa.
El sumo posee una gama de valores
intrínsecos y características sobre un estilo de vida limpio y honorable que
bien podrían ser inculcados o puestos como ejemplo. Se podría aprender mucho en
meditación, en replantear ideas, en no actuar por actuar, sino buscarle un
sentido a la vida, un orden necesario y urgente para nuestra sociedad.
En estos tiempos en que hemos sido
invadidos por una avalancha y vertiginosidad de las comunicaciones, es menester
inculcar un aprendizaje de valores tradicionales y honorables como los que se
practican en el sumo.
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*Este artículo se publicó en la primera edición (noviembre 2012)
de la revista Bunkasai, publicada por el diario Perú Shimpo.
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