Neruda y El Abuelo:
Los fascinantes gustos del poeta
Los fascinantes gustos del poeta
(Parte 2 de la entrevista al dueño de la tienda de antigüedades “El Abuelo”, Pablo Eltesch Mihoevic)
Por Grace Gálvez
¿Cómo era Neruda para escoger objetos?
Lo conocimos muy bien y puedo asegurarle que con una mirada reconocería qué compraría.
Hicimos una exposición de antigüedades llamada “Gustos del poeta” y todo lo elegí yo. Todo de lo que estaba seguro que a Neruda le habría gustado.
El día anterior de la muestra me llamó la directora (de la Fundación Neruda) para mostrarme cómo había puesto las cosas. Entonces se me preguntó qué habría aquí que no le habría interesado a Neruda. Había una cosa: una taza de plaqué con su platillo, se llamaba taza bigotera. Antes se usaban bigotes y la taza servía para que no entren los bigotes al té.
¿Cómo definiría los gustos de Neruda?
Le gustaba lo ingenuo. Por ejemplo, El Mercurio era el diario de derecha y en Isla Negra hay un cuadro que era nuestro, en el que sale este diario envolviendo una verdura. Era simpático e ingenuo. Buscaba cosas así, pero también tenía cosas finas.
En ese tiempo los pianos tenían ruedas que se hundían en el piso y lo rompían, y para evitarlo se les ponía unos vidrios que parecen ceniceros gruesos. A Neruda se le ocurrió empezar a coleccionarlos porque había de todos los colores, pero no era fino, era vidrio. Cuando murió Neruda nosotros empezamos a coleccionarlos. Lo copiamos.
Lo mismo que él por su cuenta coleccionaba gramófonos, cajas de música y nosotros, sin tener que ver con Neruda, coleccionábamos lo mismo.
Neruda quería comprarle cajas de música a mi papá y mi papá quería comprarle cajas de música a Neruda. No llegaron nunca a nada.
¿Cuántas cosas compró Neruda en “El Abuelo”?
Sin exagerar, el 20 por ciento de sus cosas las compró aquí porque este era el único negocio en ese periodo. El mismo año 73 nos compró (año en que murió Neruda).
Nos pasaron cosas curiosas con él. En el año 64 había aquí un mueble largo de madera. Era feo y corriente, no era antigüedad ni nada. Mi papá compró dos frascos de farmacia con unas palmeras de porcelana y que tenían el escudo de Chile al medio, lo que era raro. Quiso quedárselos y los guardó dentro del mueble. Neruda no tenía por qué verlo ya que estaban dentro de algo feo.
Sin embargo, Neruda lo abrió no sé por qué. No le interesaba el mueble, sino los frascos de farmacia y empezó a fregar. Ahora están en Isla Negra.
¿Qué otras curiosidades recuerda?
Una vez mi papá compró un cuadro que tenía una placa de bronce y yo quedé impresionado. Eran unas peras y manzanas, y decía “Domingo Huetos”. Pensé, por ignorancia, que debía ser importante. Me recorrí todos los museos de Valparaíso y revisé los catálogos pues pensé que era obra de un gran pintor. No figuraba en ninguna parte. Neruda lo compró.
En otra oportunidad, mi papá colgó un cuadro muy curioso: era media sandía ahuecada con frutas adentro. La media sandía hacía la labor de un frutero común. Yo le decía a mi papá que saque esa mugre de cuadro, que lo mande a remate, que le den lo que sea, que no sirve. «Déjalo allí», me decía. Hasta que llegó Neruda y preguntó su precio. Para mi gusto ese cuadro valía 10.000 pesos y mi papá le pidió como 300.000 pesos. Neruda se lo llevó y yo quería poco más que botarlo a la basura. Error mío, pero mi papá captó. Ahora está en La Sebastiana.
Una vez, cuando fuimos a la casa de Neruda, él estaba dando una entrevista a una radio y nos pidió que nos quedáramos callados porque estaban grabando. Cuando terminó la entrevista le dijo a mi papá: «tocayo, perdone que lo haya hecho esperar, pero yo sé que cuando hay cambios hay violencia y yo soy enemigo de la violencia».
¿Fue amigo de Neruda?
No lo éramos. Nos pedía prestados sombreros de almirantes y cosas así para sus fiestas de disfraces, pero nunca nos invitó ni tampoco nosotros a él. Le teníamos respeto. Inclusive antes del Premio Nobel Neruda era importante. Era un gallo alto, macizo, parecía decir «aquí llegué yo».
Era medio ególatra, pero muy caballero. Llegaba aquí y hablaba sólo de antigüedades con mi papá y conmigo. Esa era la unión y el nexo.
¿Conserva alguna foto con el poeta?
Yo le echo la culpa a mi papá: nunca le pedimos un autógrafo y nunca nos sacamos una foto con él. Tal vez fue porque estábamos tan acostumbrados a verlo que no se nos ocurrió.
Después vino el escritor José Donosso y mi hermana corrió para buscar un libro de él para que se lo autografiara al tiro (inmediatamente), porque ya habíamos cometido ese error con Neruda.
¿No guarda algún recuerdo suyo?
El 26 de diciembre Neruda vino y compró algo muy barato, de 20.000 escudos (antigua moneda chilena), y dijo: «me voy a dar el gusto de hacer este cheque a nombre de “El Abuelo”». Tuvo que haber puesto el nombre del dueño y no el del negocio. Mi papá quiso guardar el cheque, pero mi mamá quiso sacarle fotocopia y cobrarlo. Ganó mi mamá. Salió más apretada comerciante.
En La Sebastiana me contaron que alguien puso un cheque de Neruda posterior a ese. Como que fue la última compra que hizo Neruda. No es verdad porque nos compró el molinillo poco antes de morir. Estoy convencido de que esa fue la última compra que hizo.
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